La romantización de la pobreza

La luz de la vela le permite cumplir con su deber en la oscuridad. La falta de luz eléctrica no es una excusa válida para dejar de hacer la tarea en las noches, ni aún después de una larga jornada de clase y trabajo. A pesar de su pobreza el chico se siente afortunado. Ha encontrado felicidad en esas pequeñas cosas de la vida que a veces los más afortunados pasamos por alto. La calidez de un abrazo, la satisfacción de una comida, el viento despeinando el cabello, el sol calentando el cuerpo, los baños helados para calmar el calor, la sonrisa repentina de saber que el día acabó, el atrofiado cuaderno en el que escribe, el regocijo de sentirse amado. De todos modos esas dichas son pasajeras, duran un instante y luego se acaban, no todo es para siempre como dicen por ahí. El chico añora la vida de otros, aunque tiene una felicidad parcial no es como la pintan en los medios, se hace lo que se puede para sobrevivir, para sobrellevar la carga de ser pobre. Algunos dicen que se es pobre porque se quiere, porque no se hace el esfuerzo, pero el chico solo ve a corto plazo, ya que soñar más lejos es perderse del presente apremiante. Primero está saciar las tripas que no dejan de crujir por la falta de alimento, luego está pensar también en el resto de mi familia. El dinero fácil se vuelve casi una utopía, una ensoñación idealizada para alcanzar lo que otros tienen. No es fácil pensar con el estómago vacío, menos lo es cuando crees que tienes a alguien más de quién cuidar.

En la televisión y en los periódicos resaltan aquellos casos excepcionales en donde algún individuo logra salir de la pobreza y se vuelve el nuevo rico, es como si ignoraran las estadísticas que demuestran que las oportunidades no todos las tienen y sin un hilo, quizá de suerte, no alcanzaran lo que nos muestran como gloria. El chico envidia a los muchachos que ve con sus maletas caras, con su celular último modelo, con su computador portátil para tomar apuntes, el chico los ve y se imagina con ellos, porque ansía salir de su situación, pero mientras tanto se bandea como puede. Hace trabajos aquí y allá al tiempo que trata de cumplir con sus clases. Piensa que la educación es lo único que lo puede salvar, sin embargo no es sencillo concentrarse. El constante temor de que se aparezcan por la vereda grupos armados legales o ilegales a hacer estragos está siempre presente. Debe cuidar a su hermanita de los depredadores, debe cuidarse él de caer en manos enemigas que lo pongan a blandir el fúsil en la mano. No, todo eso no parece importarle a la gente, la gente solo ve lo que quiere ver, ver al chico superando todos esos obstáculos al sentarse frente a la vela para hacer las tareas. Lo llaman perseverante, lo llaman resiliente, le atribuyen mil calificativos que lo vanaglorian por sus descomunales esfuerzos para salir adelante. Pero no ven que detrás de todo es se encuentra alguien que desearía otra situación, otra vida, otro ambiente. Compite en desventaja desde el comienzo contra nosotros que no nos falta nada.

No, la pobreza no hay que romantizarla, a pesar de que queremos ver la luz en todas las cosas malas, de que queremos ser optimistas en situaciones desgarradoras. Tenemos que ser objetivos y pensar que eso no se puede normalizar, que al final muchos de esos esfuerzos sobrehumanos no resultan teniendo los resultados deseados porque simplemente la suerte no se dio. Lo dicen las cifras cuando vemos cuánto tiempo le toma a una familia salir de su situación de pobreza. Y decimos de nuevo: “es que es pobre por decisión, es que es pobre porque quiere”. Vemos solo la cara que queremos ver porque en el capitalismo, el que no se enriquece es porque no quiere, o así se justifica la pobreza. Debemos ser conscientes de que los privilegios de unos son las ilusiones de otros y así trabajar en conjunto para ayudar a quien lo necesita.

Foto tomada de: https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/01/15/mas-del-10-de-los-latinoamericanos-viven-en-la-pobreza-extrema-es-la-cifra-mas-alta-en-9-anos/