Hospitalización en medio de cuarentena

Comenzar la etapa de consolidación del tratamiento me tenía impaciente, una parte de mi quería mantenerse en la casa y no regresar al hospital, y la otra deseaba que pasaran los 3 días de la quimioterapia con gran rapidez. Al final las cosas dieron un giro inesperado, aunque claramente más seguro. Al segundo día de quimio ya era más que certero que tendría que pasar el mes en hospitalización. ¿Por qué? El Covid-19. Eso me desestabilizó mentalmente, puesto que el plan inicial era regresar a casa. Las razones de las decisiones tomadas por el equipo médico son más que asertivas, aunque no dejaron de causar un impacto negativo en mí. En condiciones normales podría tener acompañante 24/7, pero en pandemia todo se ve reducido a un aislamiento más profundo que el estar en la casa. 

Estoy en una habitación pequeña, cómoda y de última tecnología, con la compañía de unos libros, un mecato, mi computador, mi celular y mis libros para colorear. Aquí los días siguen la relatividad de Einstein, unos se pasan con rapidez y otros con malsana lentitud. Tengo momentos en que mi cuerpo no responde como desearía y quedo postrada nuevamente en cama, otros en donde me convenzo de hacer un esfuerzo por ejercitarme y no perder lo que ya había ganado. Lo cierto es que no me gusta la soledad, a pesar de que las enfermeras entran y salen del cuarto en ciertos momentos, sus visitas son muy cortas. Tengo la facilidad de comunicarme por videollamada y lo he hecho varias veces, me sirve para distraerme y sentirme menos sola... Lo cierto es que cuando termina la llamada regreso a mi realidad de ver estas paredes blancas. 

Me he dado cuenta que lo que más me motiva cuando estoy aquí es poder ayudar a otros. Me distrae mucho lo de las campañas de sangre, de invitar a las personas a donar, pero también de poder brindar ayuda a otros pacientes del Instituto. Por decisión propia me prometí no involucrarme más de lo suficiente con otros pacientes de cáncer. Primero porque generar un vinculo emocional es bastante fácil, sobretodo con alguien que es capaz de comprender perfectamente lo que estás pasando. Segundo porque no sabemos qué pueda suceder, y ver partir a alguien que está como tú te lleva a pensar que puedes ser el próximo. Por eso, he mantenido un poco la distancia, dejándome llevar por mi curiosidad solo un par de veces, ya que desde la habitación es posible escuchar lo que pasa afuera. Así, también me he dado cuenta que hay pacientes en una situación más complicada que la mía, con más dificultades y retos que afrontar; en mi caso, solo tengo que preocuparme por el tratamiento. 

He confirmado que la mente es más poderosa que el cuerpo, y por eso hay que mantenerla activa y fortalecida. Es posible tener caídas emocionales y esas son más catastróficas que las físicas. Me doy cuenta que tengo buena tolerancia al dolor, que si mi cuerpo está sufriendo me dedico a obedecer sus peticiones de descanso, pero si son mis pensamientos los que se desfogan, las emociones me consumen y es más difícil salir de ese ciclo, más ahora en cuarentena. Me reconforta pensar que el mundo se ha detenido para mí, que no me estoy perdiendo nada allá afuera porque todos estamos aislados, sin embargo envidio a todos los que están en sus casas, porque a pesar de tener un equipo maravilloso de enfermeros y médicos que se preocupan por la salud de sus pacientes y que utilizan todos los equipos de seguridad necesarios, nada es como estar en casa. Disfruten su tiempo en familia.