Mis primeras quimioterapias

El 21 de febrero fue el día en que recibí la noticia. Una parte de mi ya lo intuía desde antes, cuando dijeron que habían unas células anormales en la muestra de médula ósea, sin embargo existe una brecha enorme entre intuirlo y que esto se vuelva realidad. 

Tengo que admitir que me quebré, que una parte de mi lloró ese día hasta desahogarse por completo, hasta asimilar que era verdad y que a pesar de lo que pensara o dijera, nada iba a cambiar. Lo único que podía hacer era enfrentar la situación y así lo hice. Me llené de valor y busqué la forma de tranquilizarme. Mi gran motivación ha sido mi hermana, y pensando e interiorizando que ella lo logró me hizo sentir que yo también puedo lograrlo.

Me siento muy afortunada de contar con la familia que tengo, quienes han hecho y deshecho por mi, que están pendientes y siempre disponibles para lo que necesite. También soy afortunada de contar con la pareja que tengo, porque me llenó de esperanza al decirme que de esta situación salíamos juntos; y eso me sigue conmoviendo cada vez que lo pienso. Saber que tengo tantas personas que me aman, que están pendientes de mí y que confían en que todo va a salir bien es reconfortante y eso me da mucha valentía. 

Mi primera quimioterapia comenzó el 29 de febrero, justo cuando comenzaba a caer un gran torrencial. Fue como un saludo de la lluvia, como si dijera que todo iba a estar bien y que me acompañaba en esos momentos de ansiedad. Me pasaron tres medicamentos, pero hasta el momento no he sentido efectos adversos fuertes, solo un debilitamiento de mi cuerpo, como una falta de energía interna. La segunda quimioterapia pasó más rápido, solo fue un medicamento y ahora me siento un poco más agotada, pero con la mente y el espíritu concentrados en lo positivo. 

Reflexión: Debo vivir el día a día sin preocuparme por el futuro. El presente es hoy y es lo que importa. La lucha es minuto a minuto.